sábado, 22 de junio de 2002

Injusticia y juego
Camacho trata de parar a Helguera al fin del partido España-Corea del Sur

Lo que define la grandeza de cualquier juego es la descripción precisa de las reglas, su cumplimiento y respeto, una idea de buena fe hacia el rival y hacia el juez árbitro, y eso es lo que lo diferencia de cualquier otra actividad humana, donde siempre se buscan los huecos para saltarse las normas y buscar la ventaja, aun a riesgo de castigo. Pero el fútbol, y el Mundial, ya no es un juego, y los intereses son más grandes que la vida. La conjura de árbitros, llamemos a las cosas por su nombre, parece especialmente evidente cuando se anulan dos goles, cosa inaudita en cualquier partido de una liga profesional de todo el mundo, y se ahoga a un equipo hasta hacerle imposible la victoria. Los penaltis, suelen ser, cuestión de suerte. España perdió, como siempre; tampoco supo atinar a pesar de ser superior. Y Corea del Sur pasó, como estaba previsto. Hay que felicitar a la FIFA: va consiguiendo sus objetivos.

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