jueves, 13 de junio de 2002

España, México, Italia y todos los demás


España ganó a Sudáfrica, y completo una primera fase en una competición de las grandes de las que nadie recuerda. La selección sube en las apuestas y en el país a una mezcla a partes iguales de euforia y de derrotismo enorme. El asunto es que han entrado cuatro goles por parte de delanteros medianos ante un gran portero: falla la defensa. Ya tenemos disculpa para asimilar la derrota. (A mí el partido me divirtió. El juego infantil de los sudafricanos, sumado a un equipo de suplentes con ganas de jugar hizo que el encuentro fuese de los más entretenidos que he visto nunca. También hubo buen fútbol).

Lo que es inexplicable es la euforia de los italianos por pasar, como siempre, de rebote, a la segunda fase. Seguro que no se quedan allí. Son correosos y mezquinos, aunque cualquiera de sus jugadores sea peligroso. Lo de México es una hazaña y se merecen mucho más, después de lo visto. Cuauhtémoc Blanco es mucho mejor delantero de lo que ha demostrado en Valladolid y el portero Pérez es alguien a quien mirar con atención, por lo visto en los resúmenes. La diferencia con las selecciones europeas es notable. Quizás porque sus jugadores miran más a su cartera que al balón. No conviene romperse en un encuentro tan intrascendente como unos octavos de final o así. Es lo que siempre se dice en España cuando la selección de la liga más potente del mundo es incapaz de hacer un papel consecuente en un mundial. También se puede decir lo mismo de los franceses hoy, de los italianos si Ecuador no les hubiese hecho el favor. Pero de Argentina no. Es cuestión de carácter.

Ahora España, caso de ganar el domingo a Irlanda (el drama es posible) tendrá que enfrentarse luego a un rival de verdad histórico: Italia. Seguro que le rompen de nuevo la nariz a Luis Enrique ante la pasividad del árbitro, se cierran atrás y gana de penalti simulado. Y tendremos disculpa para la desgracia.

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