Ganamos todos
Eslovenia a duras penas llega a ver el Adriático, pero los Alpes los tiene más cerca, así que acaba por ser más tierra de esquiadores que de futbolistas. No era un equipo menor, pero tampoco uno de los grandes. Sí rocoso, como el país, y debutante en muchas cosas, como la independencia, la selección o el Mundial. El equipo español ganó de la manera a la que nos tiene acostumbrados: un gol pícaro e imposible de Raúl, otro, fruto de una jugada de equipo rematada con valentía por Valerón y el tercero, un penalti forzado con honor por Morientes y ejecutado con rigor por Hierro. El pillo, el valiente y el hidalgo se juntaron en el terreno de juego. También el susto y la tragedia: hubo un gol en contra. Y la testosterona: el seleccionador nacional renegando de Dios y de los santos y sudando en la banda.
México ganó con autoridad a Croacia (chulesca, orgullosa de glorias pasadas caducas, pagada de sí misma) con una gol de Blanco, que juega en el Valladolid con poca fortuna. Quizás pasó el tiempo del llanto y llegó el del orgullo. Se puede.
Y la selección argentina demostró ante Nigeria que debe estar en la final. Esos están en el campo como si todos hubieran estado jugando juntos desde el colegio y, además, fuesen amigos. Marcó Batistuta. Ojalá Argentina fuese como su selección y no al revés. De nuevo, ¿será una cuestión de carácter?
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