martes, 24 de diciembre de 2002

Alcanzar los cielos
Feliz Navidad...

El hombre tocó los cielos cuando el Sputnik comenzó a dar vueltas alrededor de la Tierra. Aquello nos hizo sentirnos pequeños, observados y frágiles, asomados con una pequeña radio a la inmensidad del océano cósmico. El Sputnik siempre me ha parecido la perfecta estrella de Belén, la marca indeleble de la voluntad rompiendo la noche, el cometa perfecto creado con nuestras propias manos. El pequeño satélite, que Korolev construyó y regaló al mundo, giró y giró unos cuantos meses, con sus antenas como cola, transmitiendo un pequeño pitido desde las estrellas, dando la vuelta a la Tierra cada poco más que hora y media, e hizo que las navidades del año 1957 tuviesen un sobrecogimiento y una sensación diferente que acabaría pocos días después de Año Nuevo al querer volver a casa, un cuatro de enero, quemándose en el intento. Él nos demostró que se pueden conquistar los cielos, como tantas otras cosas. Feliz Navidad, Feliz Año a todos.

Aquí les dejo el sonido del Sputnik cuando todavía rodeaba la Tierra.

Pero la ciencia no es perfecta. He descubierto, ayer lo comentaba por teléfono con Bear y Cantorpistola, que dos de mis proveedores de correo electrónico han bloqueado mis cuentas y que desde el 17 de septiembre hasta el 12 de diciembre de este año hay un gran vacío, que incluye las direcciones de muchos a los que quiero y con quienes me gustaría contactar; sepan que acá estoy y que les espero. Pónganme un correo con su dirección postal y sus números de teléfono actuales. Tan sólo tienen que pulsar el botón de contacto y ya está.

jueves, 12 de diciembre de 2002

Mejor que una weblog
La mirada del observador ...

Usando un tono que no es propio de este marino, diré, que sí existe un lugar mejor que una bitácora para contar pasiones y arrebatos, desprecios y encantos, luces y sombras y que éste, que le gustaría dárselas de más pillo que el capitán del Prestige lo ha encontrado en el marasmo cada día más empobrecido que es Internet. Sabedor, el marino que esto suscribe, de la necesidad de detectar desde su puente de mando las verdades más absolutas afirmará sin temor que lo mejor que conoce en la Red a fecha de hoy no es una bitácora personal, pero casi. Se trata de los artículos que cada semana un tal Vallín, que así quiere ser llamado, escribe hablando de la vida y del cine, o al revés, que no me resisto en recomendar y que lleva el aventurado y venturoso nombre de El CinExín de Vallín desde hace unos meses. No sé qué hacen leyendo todavía y no se han puesto a mirarlo.
Les recomiendo dos recientes para abrirles el apetito: Arritmias y taquicardias o Abyectos succionadores . Y aún hay más.

Nota a pie: Cinexín: pequeño proyector cinematográfico de películas de 8 mm fabricado por la empresa de juguetes Exín en Ibi, Alicante y que gozó de mucho éxito entre los niños españoles en los setenta y primeros años ochenta del pasado siglo XX. Ver foto.


El lugar temido.

En el míticamente feliz territorio de la infancia existen lugares en los que el miedo a lo desconocido atenaza el ánimo hasta la parálisis, aquellos en los que su sola mención hace volar mariposas en el estómago, y carámbanos en la espalda. Puede ser un animal, bicho, serpiente, perro, araña, gallina; un fenómeno, niebla o tormenta; o lugar, habitualmente oscuro, sótano, desván, hueco bajo la cama. Con los años, los miedos cambian y vienen asociados a las responsabilidades contraídas y no cumplidas, a las pequeñas traiciones y olvidos. Mi lugar temido es mi cuenta de correo, el armario electrónico en el éter de cable y fibra en el que se guardan los mensajes enviados que sé, que cuando lo abra, me anegará y avergonzará, y al que, siempre me digo, por falta de tiempo, hace demasiado tiempo, no accedo.
Sirva esto a modo de disculpa a quienes debo correo.