miércoles, 9 de octubre de 2002

De viaje
Algunas nubes

La reglas son sencillas: dejar atrás todo lo conocido, agarrar una mochila con lo mínimo que exige la higiene y la cortesía, llevar sólo un cuaderno de viaje, un lápiz, una cámara, unos números de teléfono anotados en una tarjeta, quizás un libro para las esperas, negarse a uno mismo la radio, los periódicos, la televisión, la red, dejar que la voz interior surja y subir al tren, aquel amado tren e ir a la busca de los compañeros de viaje, de los amigos, de esos a los que tanto se les debe y es posible ver pronto, no tener prisa, observar, hablar, escuchar, recordar, recrear, inventar, ser y dejar, transformar y ser transformado, dejar que los días más cortos sean luego los más largos en la memoria, viajar en, suma, saberse irredento vagabundo, vivir.

sábado, 5 de octubre de 2002

Valores, vándalos, banderas

En una conversación sobre Francia, aquella cuya revolución iluminó al mundo y cuyas migajas siguen esparcidas por él, según contaba Haro Tecglen, se decía que los valores republicanos de Libertad, Igualdad y Fraternidad habían sido sustituidos (lo qué desconozco es por quien), por los de Seguridad, Eficacia y Solidaridad; más que otra cosa lleva a uno a imaginar a Francia como una especie de ONG con James Bond en la Presidencia, o mejor, un servicio secreto con fachada de ONG, en la que las víctimas y beneficiarios fuesen los mismos, esto es, los ciudadanos. Algo así debe de pensar el presidente del imperio, con la guerrita que quiere montar (no es nueva, la situación es la misma que la de Julio César antes del comienzo de la guerra de la Galia, pero el tema da para más), y con la obtención de la inmunidad (ver de nuevo a César) para sus tropas ante el Tribunal Penal Internacional que Europa ha construido con los valores viejos y republicanos de una Francia que iluminó a la América colonial y al mundo. Pero el vándalo imperial no atiende a razones, y se abraza a su bandera, una moda patriotera que empieza a extenderse (una historia que da para mucho más), y que se usa cuando los argumentos fallan, para pasar por encima de su propio legislativo, de sus propias leyes, cambiando los valores de la revolución francesa, que son también los suyos, por los nuevos y falaces. Mejor la seguridad que la libertad, mejor la eficacia que la igualdad, además "igualdad, para qué". Decía el escritor José Latour que en el siglo XX ningún sistema político logró equilibrar la libertad y la igualdad ("la fraternidad es una gaita, chico"), hablando de lo económico, claro. Tampoco parece que la libertad y la seguridad puedan estar en el mismo lado de la balanza. Ser libre entraña riesgos, a no ser que queramos vivir en una larga infancia, algo que les gustaría mucho a tantos.