La física de los blogs
Dar una vuelta azarosa por el mar de bitácoras puede ser descorazonador y decepcionante, con excepciones, pero en el trasfondo de los distintos tipos de weblogs que la red ofrece siempre está una preocupación existencial sobre su propio sentido, una duda sobre su utilidad y la función que cumplen, y el reflejo o influencia que en el mundo real pueden o deben tener. Es una constante que se encuentra, de una forma u otra, en casi todas las bitácoras, sean del tipo diario narcisista, metalector, cuaderno de viaje, pescador de perlas, neoperiodista radical, libreta fútil, crítico divino, editorialista del último día (este podría ser un ejemplo), y de una forma más acentuada en los intrincados de los "arquitectos de la información" y diseñadores/programadores. "¿Qué hacemos aquí?" es la pregunta, a las que hay tantas respuestas como editores de bitácoras. Lo cierto es que existe una necesidad de comunicación, no necesariamente comunitaria, pero sí personal y privada, y en casos, íntima, hasta lo sonrojante, sea en lo particular o artístico. Cualquier consideración distinta de esto, que tuvo en su pasado distintos reflejos, como las cartas al director en los periódicos, las llamadas a la radio, la presencia en los talk-shows televisivos , la edición de fanzines y poemarios, la distribución de octavillas o el oficio mismo de periodista, es baldía. Todo el mundo quiere dar su versión de la realidad, sea escueta o amplia, animado por la necesidad o la notoriedad, según los casos; y esperar que alguien le lea.
Pero esto no deja de ser una consideración generalista de un movimiento atomizado y que funciona, como todo, bajo las estrictas leyes de la física, y así, esta nota está empañada por el principio de incertidumbre de Heisenberg, que excluye, de una forma metafórica, el poder hablar de un fenómeno en el que se está participando.
lunes, 1 de julio de 2002
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