miércoles, 10 de julio de 2002

La ciudad, poco después
La ciudad de Santa Fé de Bogotá, Colombia.

Hay una idea que anda flotando sobre las mesas redondas de la Semana Negra, una preocupación que no ha tomado el cuerpo completo de la palabra, pero que aparece en conversaciones y converge en argumentos cruzados. La ciudad, cómo será, cómo está ya siendo. Mario Mendoza, el escritor colombiano, decía que la ciudad del siglo XXI era la ciudad del Tercer Mundo: urbes como Bogotá, México D.F., Sao Paulo, megalópolis en las que no ha habido ni habrá planificación, en la que el orden y la civilización es un asunto de barrios. Ciudades como empieza a ser el Gran Buenos Aires, por el éxodo rural, microcosmos aislados, ciudades-estado, como Medellín o Cartagena, aisladas por la violencia de la guerrilla, ciudades-mundo, en la que se hablan cinco, seis, cuarenta lenguas, como Nueva York. Ciudades-historia, en la que la Edad de Hierro, hecha por mendigos, convive con el mundo medieval de las bandas de asaltantes y de los predicadores evangélicos, y el tercer milenio de la tecnología del distrito financiero. Quizás lo que no sabemos es cómo serán las ciudades en la bienpensante Europa, si sobrevivirán en su forma. Los indicios cuentan otra cosa, hablan de la tercermundización de las cinturones industriales, de barrios completos habitados por emigrantes de todos los continentes, de la repetición de los esquemas denunciados: baste mirar la periferia de París, los pueblos absorbidos por Londres, el sur mítico de Madrid.

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