viernes, 19 de julio de 2002

Un héroe de nuestro tiempo
Finalmente, Lance Armstrong se vistió de amarillo en el Tourmalet, el mítico puerto de montaña del Tour de Francia. La gesta comenzó antes, como cuenta en sus magníficas crónicas Carlos Arribas en El País. Un amigo, oncólogo, da una nueva dimensión a Armstrong, hasta el momento inadvertida. Cuenta, que además de superar cirugías y quimioterapia para librarse del cáncer que le atenazaba tuvo que reconstruirse después de eso, y fue ese periodo en la Costa Azul y en los Pirineos lo que le convirtió en el vencedor de tres Tours y quizás de un cuarto. Cuenta este médico que antes del cáncer, Armstrong era un ciclista con mucha masa muscular. "Lo malo de ser grande es que tienes que desplazar mucho peso", comenta, y eso le hacía ser el rey de las clásicas. "La quimioterapia le destrozó todos los músculos", asegura, "pero no la capacidad de sus pulmones y sobre todo, la de su corazón". Pasado el tratamiento, tuvo que recuperar músculo, pero no obtuvo tanto como antes, y así no alcanzó tanto peso. Armstrong es hoy menos fuerte en todo, menos en lo que más importa a un ciclista: "tiene el corazón enorme". Un corazón que bombea la sangre con una intensidad y rapidez que pocos han tenido, un corazón al servicio de la voluntad y que le hacen un héroe de nuestro tiempo.

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