miércoles, 17 de julio de 2002

Las razones de la fuerza
Una de las fragatas desplegadas patrulla la zona de la isla Perejil.

Finalmente, España ha hecho lo que se espera de una potencia europea: reconquistar el islote de Perejil, el peñasco perdido frente a la costa de Marruecos ocupado por soldados marroquíes en una parodia de la guerra de Gila. Los militares españoles hicieron lo propio y, tras interrogarlos, les dieron un café y unas tostadas y los pusieron en la frontera. Todo el mundo desea que éste sea el fin del episodio, un tanto rocambolesco, que se ha sufrido en la última semana, pero no es cierto. Dejando de lado la real magnitud de los hechos (el ejército español no se enfrentaba con ninguna fuerza regular desde el 1898, contra los Estados Unidos), la invasión de un yermo trozo de tierra es un peldaño más en la larga escalada proyectada por el rey marroquí y su infausto padre, legítimos herederos de una dictadura teocrática y medieval. Las relaciones siempre han sido de tensión, de pulso constante, aprovechando momentos de debilidad o de duda en España. Con Franco agonizando, se armó la marcha verde que convirtió a los saharahuís en los palestinos del norte de África. Nunca hubo autodeterminación, tan sólo una invasión, que ahora cuenta con el apoyo de los Estados Unidos (y Francia) a cambio de prospecciones petrolíferas en la zona. En el momento de asumir la Presidencia Europea, se rompe un acuerdo histórico de explotación de los recursos pesqueros de la zona. Con un cambio de ministros y boda real se invade un peñón, mientras al otro lado del Estrecho, España y el Reino Unido casi llegan a un acuerdo sobre Gibraltar. Son las democracias consolidadas frente a las dictaduras arcaicas, que no dudan en poner en peligro a su pueblo, alentar la inmigración como arma política frente a Europa, el cultivo de hash como medio de vida y de recaudación. La paz no sirve siempre. Cuando nadie escucha la fuerza de la razón se impone la razón de la fuerza. Como siempre, quienes sufrirán serán los marroquíes, títeres en manos de un rey que antes fue un príncipe consentido, la mujer que llevaba a sus cabras a pastar a un desolado islote, ellos.

No hay comentarios: