martes, 20 de agosto de 2002

Luz mágica
Fuegos artificiales

En España, el 15 de agosto es una fiesta, también en la ciudad en la que vivo. Pero la noche anterior es especial y mágica, al dispararse, desde la orilla de la playa, un gran castillo de fuegos artificiales durante poco más de media hora. La belleza de esa luz imprevista, de ese artificio de pólvora y sueños, aumenta al reflejarse sobre las aguas de la playa, sobre la bahía llena de barcos que miran el espectáculo. Y con las luces vuelve ese pellizco de emoción y asombro de la infancia. Después de un gran estruendo final, hecho con cohetes de blancos relámpagos y truenos artillados, la ciudad vuelve a su ser, pero algo ha cambiado. El paseo marítimo, las calles que llevan a la playa, han sido cortadas al tráfico desde horas antes, y la multitud camina por la calzada con aire alegre y paso firme, tomando lo que siempre fue suyo y que disfrutan por una noche con una sonrisa cívica en los labios que no habrá de repetirse hasta dentro de un año y que es pura vida. (15/08/02)

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