viernes, 15 de noviembre de 2002

Sin imágenes, casi sin palabras
No he querido mirar. En ocasiones siento que el sufrimiento mostrado se convierte espectáculo, pero lo he oído por la radio con palabras bien claras: hay niños en Argentina que se están muriendo de hambre. Su aspecto, cuentan, es el de tantos niños, tantas veces vistos, que agonizan en las hambrunas endémicas que hay en tantos países de África o en la India. Las condiciones en Argentina son diferentes. Hechos así no sólo deberían de ser inconcebibles sino imposibles. La Argentina tiene una superficie equivalente a la de la India y unos 40 millones de habitantes, no más de mil millones. Deberían detener al Gobierno de la Argentina, a su presidente, a los gobernadores provinciales por genocidio, por crímenes contra la humanidad. Los militares mataban y torturaban en los garajes, por acción. Ahora se tortura y mata por omisión. Las pruebas contra ellos son evidentes. Recojamos firmas, inundémonos sus buzones, señalémoslos cuando salen a la calle, sentémoslos en un banquillo, esposados, delante de un juez.

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