miércoles, 6 de noviembre de 2002

El triunfo de los asesinos


Citaba, quizás Ricardo Corazón de León o Millán Astray, tanto da, aquello de “matadlos a todos, Dios escogerá a los suyos”, y la cara que viene a la memoria inmediata es la de Putin defendiendo su acción en el teatro de Moscú contra los terroristas. Los rostros se solapan con el de Fujimori vestido de Rambo entrando en aquella embajada en Lima, o con la imagen del fuego invadiendo la embajada española en Guatemala, para volver con Bush, bombardero de bodas y banquetes (¿existirá algún iraquí, iraní, persa, norcoreano, sudanés, afgano, palestino, por casualidad, bueno?), hoy fortalecido tras su triunfo en las elecciones (¿será pues necesario ya atacar a Irak?). Engrandecido por su pueblo como el incalificable Vladimir Putin tras gasear a los rehenes, en la mejor tradición de los gases y los campos, digno representante de aquello que Antonio Muñoz Molina llamaba, y aquí lo recogíamos, “un fondo leninista de falta de compasión y de falta de respeto por la vida humana”. ¿Será el presidente Bush el adalid de un leninismo capitalista de tercera vía?

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