jueves, 14 de noviembre de 2002

... y sigue... Giscard D'Estaing insinuaba la “cristiandad” como lugar común; no creo que sirva para los millones de ciudadanos que no han crecido bajo esa cultura, emigrantes o hijos de emigrantes de viejas colonias, con su pasaporte color burdeos, y recordemos a los judíos, o los gitanos, tan europeos a fuerza de ser perseguidos. Un buen amigo aseguraba al respecto, citando a otra persona, pero añadiendo argumentos, que lo que nos definía era la Ilustración, las ideas del estado-nación, los derechos individuales, la democracia. El argumento era certero pero demasiado amplio: eso es lo que une a lo que llamamos Occidente, porque todos somos o debemos ser hijos de la Revolución Francesa y de la Declaración de los Derechos del Hombre, idea que acaban por impregnar y forma parte de la identidad no sólo de toda Europa, sino de Australia, de Nueva Zelanda y por supuesto, América, desde Alaska a la Tierra del Fuego, aunque esas ideas no se hayan logrado poner en práctica al completo a pesar de los años. Quizás Europa, a pesar de ser fraccionada la idea inicial sea Roma o los valores de Roma o mejor dicho, la cultura grecolatina frente,: con sus leyes que aún perduran y base de todas las que tenemos, sus interminables discusiones, una multirreligiosidad muy laicista, la idea de la ciudadanía como derecho, que se mantuvo en esta parte del continente durante 500 años y en el otro lado, durante 2.000, hasta que Constantinopla cayó y los otomanos tomaron el poder pero no cambiaron las formas ni las leyes. Entonces ¿qué es Europa?

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