miércoles, 19 de marzo de 2003

Futurólogos
En los años setenta que tantas veces queremos recuperar se dio una especie de fiebre en el universo mundo por el futuro, fruto de las incertidumbres de la guerra fría y de la clara conciencia de que la razón no estaba en uno u otro lado del telón de acero. Muchas cosas giraban en torno al devenir, al mítico año 2000 y sus muchas catástrofes, el fenómeno OVNI, las civilizaciones perdidas, la telepatía y los nuevos profetas que nos contasen un futuro más halagüeño que el que nos suponíamos, quizás posnuclear y apocalíptico. Así, proliferaron los reinterpretadores de Nostradamus, los seguidores de San Malaquías, los lectores cabalísticos de la guía de teléfonos o los neolectores del libro de la Revelación; todos dibujaron un futuro que no se cumplió, porque la realidad es tozuda, y el muro de Berlín se vino abajo sin que nadie lo anunciase e Internet se presentó sin conjuros de runas que sirviesen. De ahí, empezó el descrédito de los adivinos, y el olvido gradual de la falsa ciencia, que sólo regresó como material de ficción con el que construir un apasionante episodio de los X-Files. Ahora para saber del futuro basta con leer con atención los periódicos. Tengo ante mí un recorte del diario El País del 29 abril del año pasado, una nota no muy destacada en la sección de internacional, enmarcada, a dos columnas, en la que se aseguraba que la Administración Bush estaba preparando el terreno para entrar en guerra con Irak en un año, aproximadamente, escrita por Javier del Pino que citaba al New York Times . Cuando la leí me pregunté si se habían vuelto locos, que cual iba a ser la disculpa, qué "asunto de qué" se iban a meter de nuevo en guerra. Once meses de diplomacia nos han llevado a este triste punto, en el día de hoy, repleto de incertidumbre. Sólo me gustaría felicitar a quien filtró en abril del año pasado la noticia al NY Times , pero no lo sé, y es una lástima.

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