lunes, 15 de diciembre de 2003

La lejana rosaleda
Un jardín parabólico

Un jardín, cualquier jardín, es, como casi todo lo bello o lo artístico superfluo, al menos, en una primera observación. Nada o poco se puede sacar de aquello que sólo sirve para el gozo o el disfrute intelectual, y por tanto poco aporta a la mejora de las condiciones de vida de los seres humanos y de las sociedades. Así, como ejemplo de la plusvalía o de la explotación, el lujo, en sus formas, también toma aspecto en el jardín, tierra improductiva, exceso, y finalmente, ejemplo de poder y despreocupación de aquellos que pueden y quieren invertir sus recursos en el mantenimiento de lo que es hermoso para su disfrute o como muestra última de su potestad sobre la tierra, esa, de la que se obtiene el alimento, despreciándola, dedicándola a la suntuosidad. La tierra que conforma el jardín se convierte en exceso y pompa, al ser, en la mayor parte de los casos, sus beneficios, de nuevo, lujo, sistema de simbólico con lenguaje propio, al que sólo pueden acceder y disfrutar de él de manera plena quienes han tenido la oportunidad, mediante la cuna o el estudio, de conocer el significado de su discurso. (sigue)

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