jueves, 2 de diciembre de 2004

A Aznar, por alusiones
Un jardín parabólico

El jardinero nunca se mete en política, aunque lo hace constantemente. Tener a su cargo un jardín es un manera de estar en el centro de una revuelta ingente en la que seres de toda clase adoptan sus estrategias con el objetivo de sobrevivir. En ocasiones la partida se juega a largo plazo, en otras la idea es de tener un éxito puntual. Hay plantas que lanzaron en primavera miles de semillas y otras que producen un solo y duro fruto al año. La idea es hacerse con los recursos, conseguir reproducirse, ser más, vencer o convencer en definitiva, actitudes que la evolución, el ambiente y las mutaciones han impreso en el material genético de aquellos que constituyen el jardín, y que en el caso de los seres humanos, se ha transformado, por medio de la cultura, en política, esto es, en la lucha por imponer o convencer a cerca de ciertos medios de organización social, determinar cuales son los más beneficiosos o justos, para uno o para la colectividad, según la ideología, pero que viene a ser lo mismo. Por eso el jardinero, dice que no se mete en política, pero se mete constantemente. Como también todas las televisiones dicen que no hacen política pero la hacen, desde los pretendidamente inocuos programas infantiles hasta los informativos. La independencia, la ecuanimidad, la objetividad no existen, aunque su búsqueda sea digna de elogio y el único sustento moral del periodista si sabe o cree saber cual es su función social, aunque sobre esto hay discrepancias.
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