miércoles, 10 de noviembre de 2004

La prometida princesa
Un jardín parabólico


Más, más allá del jardín está el bosque. Eso lo sabe el jardinero que cuida de las lindes, hechas de buenos muros de piedra, con las que aleja lo salvaje de lo ordenado, lo oscuro de lo definido, lo temido de lo tranquilo. Al otro lado de la muria está lo desconocido y lo peligroso, aquello de lo que se advierte en los cuentos infantiles, lo que no debe ser penetrado, puesto que el peligro habita en él. Aunque el jardinero haya construido en su lado un jardín inglés repleto de altos árboles y senderos que serpentean por su interior es conocedor de que sólo es un leve reflejo de la realidad que se extiende monte arriba, infinito en la apariencia, al otro lado de la frontera que tanto cuida. Dentro del jardín hay un bosque, es cierto, pero no el bosque, que es la llama de lo salvaje que habita en todo ser, y que nada tiene que ver con la realidad reconstruida en el jardín, como poco tiene que ver la realidad con la verdad reconstruida del mundo que la televisión fabrica.

(../...) sigue

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