In memoriam (1924-2003)
Hace dos días mi padre murió. Nadie lo esperaba, aunque su muerte no fue repentina. Llevaba una semana en el hospital con una insuficiencia respiratoria que no fue capaz de superar. Hoy sigo manteniendo ese “sentimiento roto” del que hablaba Leonard Cohen. Mi padre se llamaba Rogelio y vivió una vida difícil: una revolución en la infancia, la Guerra Civil en la adolescencia, la posguerra. Era hijo de madreñero, de un artesano, con carnet del Partido Comunista, que malvivía fabricando esos zuecos de madera que se usaban en Asturias para caminar sobre el barro. Aquel, mi abuelo, luchó en todos los conflictos posibles y murió de enfermedad y agotamiento. Sé que la vida que dio a sus hijos no fue justa ni digna, que rozaba la brutalidad, y también sé que mi padre se sobrepuso a eso y encontró consuelo en la fé católica, algo que yo no comparto ni compartía con él. En los cuarenta, tras dos años de miseria, frío, hambre y miedo, enfermo en un hospital para tuberculosos, desahuciado por muchos médicos, mi padre se curó tras una durísima operación, aunque arrastraría siempre un dolencia crónica pulmonar. Poco más tarde ingresaría como numerario en el incipiente Opus Dei. Tras casi veinte años, por lealtad a un amigo al que la Obra había abandonado a su suerte, mi padre pidió la dispensa papal para romper los votos que lo habían ligado a ellos. Nunca le hostigaron tras su salida, pero mantuvieron con él, hasta el último instante una actitud amable, recelosa y expectante: quizás sabía demasiado. Le propuse que escribiésemos un libro sobre esos años de la gran expansión del Opus Dei, de los primeros oblatos, pero siempre se negó. Era leal con los viejos compañeros, aunque no entendió nunca la subida a los altares de San Josemaría Escribá. Después, en el 68, conoció a mi madre, y en el 69 nací yo, que le daría bastantes disgustos y algunas satisfacciones. Tras su jubilación, hace ya casi 14 años, se dedicó a ayudar a los demás, colaborando en Cáritas, y también en De hermano a hermano, con una actividad que superaba con mucho la de sus años como funcionario. Siempre fue independiente y activo, inteligente e informado, consciente y reflexivo, con una sed intelectual inagotable, profundamente cristiano, católico, apostólico y romano, y como tal, murió. Descanse en paz.
lunes, 6 de enero de 2003
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