jueves, 12 de diciembre de 2002


El lugar temido.

En el míticamente feliz territorio de la infancia existen lugares en los que el miedo a lo desconocido atenaza el ánimo hasta la parálisis, aquellos en los que su sola mención hace volar mariposas en el estómago, y carámbanos en la espalda. Puede ser un animal, bicho, serpiente, perro, araña, gallina; un fenómeno, niebla o tormenta; o lugar, habitualmente oscuro, sótano, desván, hueco bajo la cama. Con los años, los miedos cambian y vienen asociados a las responsabilidades contraídas y no cumplidas, a las pequeñas traiciones y olvidos. Mi lugar temido es mi cuenta de correo, el armario electrónico en el éter de cable y fibra en el que se guardan los mensajes enviados que sé, que cuando lo abra, me anegará y avergonzará, y al que, siempre me digo, por falta de tiempo, hace demasiado tiempo, no accedo.
Sirva esto a modo de disculpa a quienes debo correo.

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