martes, 26 de octubre de 2004

El laico claustro
Un jardín parabólico

Si el jardinero tuviese que buscar un santo patrón, una referencia, a buen seguro que dejaría de lado a San Isidro Labrador, aquel que según la leyenda popular, permitía que los ángeles le arasen los campos para poder pararse a rezar, un previo ejemplo de outsourcing, y optaría por escoger un ejemplo religioso también, pero de base laica para sus preferencias. Y elegiría, sin dudar demasiado, a Johan Gregor Mendel el monje agustino austriaco que, con paciencia se propuso averiguar cuales eran las leyes que regían la evidente herencia, y con sus descubrimientos redujo notablemente la acción de un Dios todopoderoso sobre los hechos y actos que tenían lugar en el jardín, y en concreto, en la reproducción de las plantas. Con la herramienta de la ciencia y no de la fe, el buen monje describió las tres principales leyes de la herencia y abrió la puerta a lo que acabaría siendo una importante rama de la ciencia biológica, la genética, con todas las consecuencias que esto trajo. El jardinero siempre ha tenido predilección por los héroes desconocidos, como Mendel, minusvalorado en su época y rescatado por Hugo de Vries, Karl Erich Correns y Erich Tschermack medio siglo después. (../...) sigue.

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