sábado, 27 de julio de 2002

Periódicos viejos
Una pareja de franceses muestra un diario en que se anuncia la liberación de París.


La inusual tarea de ordenar (y tirar) periódicos antiguos, lejos de convertirse en un ejercicio de nostalgia o de melancolía puede acabar por ser más una puesta a punto sobre el presente. Así, se acaba por encontrar un informe sobre la sociedad iraquí anterior a la invasión de Kuwait, un reportaje sobre un crimen olvidado, las incipientes corrupciones del presidente de una gran nación que el tiempo demostraría su culpabilidad, la referencia lateral a un tal Bin Laden o los especulativos y espectaculares avances que Internet iba a traer a la economía mundial. Se aprende sobre lo que entonces preocupaba y cómo se ha resuelto, se da contexto al aquí y al ahora. Al estar en el proceso de "ordeno y tiro", la vista se fija en reportajes y visiones, en nombres que en el momento en el que se leyeron sus artículos eran unos desconocidos y ahora son amigos y admirados: Paco Perejil, Jacinto Antón, José Manuel Fajardo, Carlos Arribas, Ramón Lobo, Feliciano Fidalgo o Julio Fuentes, que ya no están con nosotros. (El periodismo escrito tiende al anonimato, a difuminar al individuo a favor en el medio, a que el lector se identifique con el diario pero no con el autor. Cuando el lector sabe el nombre de un periodista se ha conseguido algo grande). Todo acabará ahora en el contenedor del reciclaje de papel. Los periódicos ya no envuelven el pescado, como antes. Las cosas cambian. Quizás nunca más volvamos a ordenar los papeles, a clasificar el archivo: lo que interesa se acaba por guardar en documentos de Word, todo de corrido. La red no lo da todo y el entretenimiento de una tarde nublada de verano no sería lo mismo ante la corta memoria de Internet, ni delante de un pantalla estática. Entonces... ¿Quién leerá nuestras bitácoras cuando estemos lejos?

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